Escuelas católicas en Jordania
Pequeños milagros entre los pupitres

Viaje a las escuelas católicas del Reino hachemita. Historia y actualidad de una forma de presencia cristiana que siempre ha gozado de consenso social incluso entre la mayoría musulmana

por Gianni Valente

      A las ocho de la mañana, como todos los santos días, tras deambular de un lado a otro esperando el timbre, los muchachos del “Tierra Santa” College se colocan en filas silenciosas en el patio de la escuela, divididos por clases, bajo la mirada seria de Abuna Rashid, el director. Mientras el pequeño Jaled iza una bandera “formato mini” de Jordania, todos los demás, cristianos y musulmanes, invocan juntos al único Dios Padre de todos («Señor, bendícenos, bendice a nuestra nación y a nuestra escuela. Ilumina nuestras mentes y danos la paz»). Luego arranca la música, y como buenos ciudadanos, unos con gran ardor y otros más desganados, entonan juntos el himno nacional («¡Viva el rey, viva el rey! ¡Alta es su reputación, sublime su rango. Arriba sus banderas!»). Luego rompen filas alegres y ruidosos y se dirigen por los corredores a las clases donde, además de crucifijos y retratos del rey Abdulá II, en las últimas semanas han aparecido también los pesebres, los Papá Noel y las otras decoraciones de la Navidad. Ninguna madre con velo, ningún padre de los que asisten a la mezquita de al lado han dicho nada.
      En lo que ahora es una entrada lateral aparece escrito “1948”, año de la fundación de la escuela. El Reino hachemita de Jordania daba sus primeros e inciertos pasos por el campo minado medio-oriental y los padres de la Custodia de Tierra Santa sobre la colina de Habdale acababan de levantar su escuela, que sigue siendo una de las más prestigiosas del país y de todo Oriente Medio. Su fundador, san Francisco, ya en 1221, en su primera regla había hablado con claridad: que los frailes que van entre los musulmanes «no hagan riñas o disputas, sino que estén al servicio de todos». Consigna respetada. A su modo, también las fotos de época colgadas de las paredes –con un jovencísimo rey Husein rodeado por los frailes, luego con el príncipe Hasan y otros miembros de la casa real de visita en las ceremonias oficiales de la comunidad escolar– expresan la ininterrumpida gratitud de la joven nación islámica, regida por reyes que se proclaman descendientes de Mahoma, por la obra desarrollada por el colegio franciscano y todas las otras escuelas cristianas a favor de la juventud árabe del país. «Estamos orgullosos de nuestras escuelas cristianas, por la aportación insustituible que dan a nuestra sociedad. Con ellos nunca hay problemas. Respetan siempre las reglas ministeriales sobre el número de estudiantes por aula, los programas escolares y los libros de texto», dice complacido y agradecido Abd al-Mayid al-Abbady, dirigente del Departamento para las escuelas privadas del Ministerio de Educación.
      Si en muchas sociedades de Oriente Medio la presencia laboriosa de los cristianos corre el peligro de ser vista como un cuerpo extraño en lenta aunque inexorable extinción, la vitalidad y arraigo social de las escuelas cristianas en Jordania se convierten ipso facto en un “caso” interesante.
     
      Una cosa buena para todos
      En Karak, a 130 kilómetros al sur de Amán, el perfil del castillo cruzado destaca desde lejos en el paisaje desértico y sin recursos, ni debajo ni encima de la tierra. De la fortaleza, desde donde se desencadenaba el sanguinario príncipe Reginaldo de Chatillon, símbolo funesto de la cristiandad en armas, quedan pocas ruinas. Sin embargo, la que está viva y llena de voces es la pequeña escuela del Patriarcado latino, precisamente donde fue fundada en 1876 por don Alessandro Macagno, el mítico Abuna Skandar, que predicaba el Evangelio a las tribus de beduinos cristianos de Transjordania, viviendo como ellos en la tienda, y llevando consigo un altar móvil para celebrar la eucaristía. En aquel tiempo el gobernador otomano no quería conceder el permiso: fueron los habitantes del lugar, cristianos y musulmanes juntos, los que vencieron las resistencias. También los beduinos musulmanes habían comprendido que podían esperarse solo cosas buenas de aquel hombre humilde y pío que les enseñaba a leer y a escribir, mientas que los funcionarios locales del aparato civil otomano conocían solo la brutal ansia de prebendas y sobornos.
 

De la fortaleza, desde donde se desencadenaba el sanguinario príncipe cristiano Reginaldo de Chatillon, quedan pocas ruinas. Sin embargo, la que está viva y llena de voces es la pequeña escuela del patriarcado latino, exactamente donde fue fundada en 1876 por Alessandro Macagno, el mítico Abuna Skandar, que predicaba el Evangelio a las tribus de beduinos llevando consigo un altar móvil para celebrar la eucaristía

      En la segunda mitad del siglo XIX, las fundadas en Transjordania por los curas del recién erigido Patriarcado latino de Jerusalén fueron las primeras escuelas abiertas en un mundo cerrado y marginal, definido por las mezquinas leyes sociales del tribalismo. Enseñar a quien no sabe es una obra de misericordia espiritual. Y la enseñanza ofrecida a todos –cristianos y musulmanes, pobres y ricos, tribus del norte y tribus del sur– fue la llave maestra que permitió al testimonio apostólico echar raíces en tierra árida, en zonas rurales o desérticas, que durante siglos no habían visto ninguna iniciativa pastoral católica. Todavía hoy, tanto en Karak como en Salt, en Hoson como en Ajlun, en Ader como en Anjara, los edificios de las escuelas parroquiales forman un cuerpo único con la iglesia, y toda la actividad educativa se desarrolla bajo la responsabilidad última del párroco local.
      Gracias a su pionera plantatio, las escuelas católicas de Jordania adquirieron hace tiempo pleno derecho de ciudadanía en el país. Cuando fue creado el Reino hachemita de Jordania, la red escolar del Patriarcado latino –a la que pronto se unieron los grandes colegios inaugurados en Amán por congregaciones religiosas católicas– representaba todavía el único sistema educativo “autóctono” existente.
      Hoy, en la Jordania atravesada por indescifrables procesos socioeconómicos motivados incluso por los conflictos vecinos, también la educación se ha convertido en negocio. La competencia es cada vez más asfixiante. En los barrios más ricos de la capital surgen con ritmo frenético nuevas escuelas privadas comerciales de nombres pomposos y agresivos: Modern American School, Cambridge School, Islamic Colege, al-Shweifat School… Para los profesores y el personal de las escuelas católicas hacer bien su trabajo –horizonte discreto de su ordinario testimonio cristiano– se convierte en garantía de supervivencia económica.
      En el pueblo cristiano de Fuheis, en el atrio de la escuela surgida junto a la parroquia dedicada al Corazón Inmaculado de María, el retrato de la Virgen que recibe a quienes llegan parece escrutar con maternal curiosidad el cartel que le han puesto al lado, con la lista de los mejores que aula por aula han conseguido las notas más altas en los exámenes de fin de curso. El constante control público del rendimiento escolar de cada estudiante que se registra en las escuelas jordanas puede parecer desde el exterior un síndrome de “eficiencia” calcada de los modelos importados del exterior. Un ansia de resultados capaz de despertar en los estudiantes feroces instintos competitivos y humillantes frustraciones. Pero solo participando en este juego pueden las escuelas cristianas seguir demostrando todavía hoy el alto nivel de enseñanza que están en condiciones de garantizar. Un ingrediente esencial para mantener viva la atracción que las escuelas cristianas siguen ejerciendo en las familias musulmanas. Cada fin de año, el Ministerio de Educación publica las listas de los diez estudiantes mejores en las distintas asignaturas. Y cada año los estudiantes de las escuelas cristianas aparece en las prestigiosas listas, contribuyendo de este modo a dar lustre y fama a su escuela. En Fuheis los nombres de los pequeños genios nacionales, que salen cada año, están incluso grabados en la lápida de mármol colocada fuera de la entrada de la escuela, precioso galardón que ostentar sin hipócrita modestia.
     
      Adeste infideles
      Abuna Bashir pasa como un trueno con su sotana la viento por los corredores llenos de sol de la escuela parroquial de Ader. Bromea con los niños, enseña las fotos de las excursiones y el local utilizado para la escuela de costura, entra también en el aula donde una maestra con velo ha reunido a los niños musulmanes para la clase de Corán. «Están haciendo su catecismo…», bromea el joven párroco. «Aquí hace siglos que sabemos que para no reñir con los musulmanes es mejor no hablar de doctrina y no sacar temas religiosos. Los padres musulmanes nos mandan a sus hijos a nuestras escuelas. Saben que aquí encuentran un ambiente diferente, donde los hijos crecen bien y nadie quiere imponerle nada a nadie». Una vieja costumbre, que no todos comprenden. «Hace tiempo, un misionero protestante americano quería saber cuántos musulmanes había bautizado yo aquí en el último año. Le dije que convertir a los musulmanes no era asunto mío. Entonces me preguntó cuál era mi tarea. Le respondí que yo esperaba ayudar a los cristianos a estar contentos de ser cristianos. Y punto».
 
La parroquia de Cristo Rey en Misdar, en el centro de Amán
      Las estadísticas más recientes revelan que durante el año escolar 2005-2006 poco menos de la mitad de los más de 23.000 estudiantes de las escuelas católicas de Jordania eran niños y muchachos de familias musulmanas. Más de un cuarto de los casi 1.900 empleados –docentes y no docentes– de las escuelas cristianas son también seguidores del Profeta. La regla tácita de evitar cualquier controversia religiosa es para las escuelas cristianas un dato grabado en su DNA, herencia de siglos de ininterrumpida, aunque difícil, convivencia entre las tribus islámicas y las cristianas de aquí. Pero la firme determinación de evitar conflictos confesionales no se traduce en intentos veleidosos de crear ambientes religiosamente “esterilizados”, sino que se siguen costumbres maduradas en decenios de experiencias de buen sentido cristiano: evitar cualquier tipo de proselitismo directo o subliminal, enseñanza religiosa separada para cristianos y musulmanes, oraciones comunes con las que todos puedan invocar la misericordia de Alá, Señor de todos. Un ingenio de discreción y delicadeza calibrado para favorecer la convivencia cotidiana, para evitar una espiral de sospechas en los avatares cotidianos. Con la esperanza de esparcir antídotos a la intolerancia incluso fuera de las aulas. «Nuestro lema es: amigos en la escuela, amigos en la sociedad», dice confiado Abuna Rifat Bader, autor de un visitadísimo sitio web de información en árabe sobre la vida de la Iglesia (www.abouna.org) y responsable de la escuela de Wassieh, la más joven de las escuelas del Patriarcado latino. «Cuando uno ha estudiado con nosotros y se ha encontrado bien, es difícil que luego vaya por ahí hablando mal de los cristianos…». Una apuesta premiada por muchos pequeños milagros cotidianos que ve ocurrir en las aulas, en el patio y los pasillos de su hermosa escuela surgida en el desierto hace seis años, durante el año jubilar. Mientras habla, el coro de la escuela ensaya la representación de Navidad, repasando las escenas, los cantos navideños en árabe, inglés, italiano. Cuentan una historia de hace dos mil años, un niño nacido una noche fría en un establo, no lejos de aquí. Los que cantan son unos treinta niños. Casi la mitad de ellos son musulmanes.
     
      El himno del hermano Emile
      En la entrada del prestigioso “De La Salle” College de los Frailes de las escuelas cristianas el retrato del papa Ratzinger campea rodeado de los del rey Husein y el rey Abdulá. El hermano Emile, creativo director del colegio, incluso le ha puesto música a un himno en honor del monarca hachemita. El religioso de origen libanés decanta los efectos estimulantes que, en su opinión, produce la convivencia entre cristianos y musulmanes incluso desde el punto de vista educativo («restregad vuestro cerebro con el cerebro de otro y saltará la llama»). Pero explica sin reticencias también su devota deferencia hacia las autoridades civiles: «Nosotros vivimos una vida tranquila porque el rey, la familia real y también el gobierno están con nosotros. El ex primer ministro y muchos ministros han sido nuestros alumnos. El actual primer ministro ha mandado a sus hijos a nuestra escuela. Mientras esté el rey, no tenemos miedo». También sor Emilia dice los nombres de Alia, Aisha y Zayn, las princesas hijas del rey Husein que se hicieron mujeres en los bancos de la escuela de las hermanas del Rosario que hoy ella dirige. Vive con satisfacción, sin amargura, su vocación cristiana al servicio de las muchachas musulmanas de Jordania. Enseña con satisfacción los artículos y las fotos con los miembros de la casa real y las altas autoridades del país presentes en los graduation days de la escuela. Sacude la cabeza frente a la creciente obtusidad occidental a la hora de entender los factores en juego en la delicada relación entre la mayoría islámica y las minorías cristianas árabes en Oriente Medio. «Los problemas», dice, «nos han llegado de fuera. Y de todos modos la casa real sabe cómo afrontarlos de la mejor manera».
      La fortuita y providencial benevolencia de los hachemitas hacia todas las escuelas cristianas del Reino no se expresa sólo en la generosa disponibilidad para presidir las inauguraciones y las galas de fin de curso. Desde que a partir de mediados de los setenta los Hermanos Musulmanes –que siempre tuvieron en Jordania completa libertad de actuación– indicaron la hegemonía en el campo educativo como el instrumento de la islamización militante de la sociedad, la casa real no ha dudado en poner en práctica su papel equilibrador con medidas concretas. A finales de los noventa, cuando en las universidades los profesores ligados a los Hermanos Musulmanes eligieron aposta como fecha de examen el 25 de diciembre, el rey Abdulá dio inmediata satisfacción a las protestas de los cristianos transformando la Navidad y el Año Nuevo en días festivos para toda la nación. En la programación semanal las actividades de las escuelas cristianas se suspenden tanto el viernes como el domingo, y cada escuela puede gozar de un día de fiesta para celebrar la memoria de su santo patrón.
      La otra cara de esta predilección real es la absoluta adherencia a los programas escolares ministeriales por parte de las escuelas cristianas. Jadun Salameh, 28 años de profesor de árabe en las escuelas cristianas, es la imagen viva de este respeto de las circunstancias. Ha enseñado toda su vida y sin empacho una asignatura fundamental para todos los curricula escolares, basada en gran parte en el Corán y en los escritos del Profeta, raíces religiosas de aquella civilización islámica donde él y todos los cristianos árabes viven inmersos. La familiaridad llena de respeto adquirida con los escritos sagrados y las concepciones religiosas musulmanas («a algunos les costaba trabajo creer que soy cristiano») le han ayudado a descifrar también la complicada partida de ajedrez que todavía se juega en torno a la inspiración coránica de los libros y los programas escolares.
 
Laboratorio científico del “Tierra Santa” College
      La estrategia de los Hermanos Musulmanes en las escuelas tuvo su punto máximo entre 1989 y 1990, cuando, aunque solo por pocos meses, los militantes del “despertar” islámico en Jordania consiguieron el control del Ministerio de Educación. Pero ya hacía tiempo que la inserción masiva de dosis de Corán en los textos escolares y la insistente exaltación de la “conquista islámica” respondían a los clichés de la propaganda islamista, incluidas las llamadas a la yihad contra los infieles. Pero en los últimos años, tras el acuerdo de paz con Israel (1994) y todavía más tras el 11 de septiembre, la carrera islamista de los programas escolares parece haberse decelerado. Un giro evidentemente inspirado por la casa real.
      En noviembre de 2004, un año antes de los atentados en la capital jordana, el rey Abdulá había lanzado el famoso “Mensaje de Amán” con el objetivo de «aclararle al mundo qué es y qué no es el verdadero islam». Una iniciativa con la que la dinastía hachemita trataba de reafirmar su función de intérprete y garante de la «recta comprensión» de la fe islámica, presentada como «un mensaje de fraternidad y humanidad, que apoya lo que es bueno y prohíbe lo que es erróneo, aceptando a los demás y honrando a todos los seres humanos». La aplicación de este principio en campo escolar ha llevado a la paulatina desaparición en los libros de texto de las poesías, las propagandas históricas y las citas coránicas con riesgo de instrumentalización fundamentalista. «Ahora», cuenta Jadun Salameh, «en los libros encuentras solo versículos coránicos conciliadores, en los que se exalta la belleza de la creación y de la convivencia pacífica entre los pueblos. Ninguna huella de guerras santas, ninguna llamada a someter al islam a los infieles…».
     
      Una ayuda discreta
      Si en las escuelas cristianas la convivencia factual entre cristianos y musulmanes va por senderos antiguos ya experimentados por siglos de vida común, en la vida cotidiana del Reino estas experiencias corren el riesgo de convertirse cada vez más en islas felices, enclaves residuales de un pasado que añorar. Se sabe bien –ni que decir tiene– que también aquí, en los últimos decenios, alguien ha envenenado los pozos de relativa tolerancia que regaban una coexistencia más que milenaria. Nada es ya como antes. Transforman los antiguos ritos de “asuefacción” recíproca que regulaban las relaciones entre tribus cristianas y musulmanas en Jordania. Los propios estudiantes de las escuelas cristianas, cuando pasan a las universidades estatales, sufren el asedio intimidatorio de profesores y colegas celosos, encallecidos en sus propias certezas, que se creen llamados a adoctrinar a los “pobres estúpidos”, hijos de la nación jordana, que realmente creen que Jesús es el Hijo de Dios. El movimiento islamista, la militancia religiosa extensiva ejercida en la vida pública, se convierte para muchos de ellos en un acoso espiritual asfixiante.
 

Las escuelas católicas saben que desarrollan su misión más íntima y menos visible: hacer que sean fáciles, serenos, sin complejos, los primeros pasos en la vida social de muchos niños y muchachos cristianos. Sin construir fortines asediados

      Precisamente ante esta evolución las escuelas católicas saben que desarrollan su misión más íntima y menos visible: hacer que sean fáciles, serenos, sin complejos, los primeros pasos en la vida social de muchos niños y muchachos cristianos. Sin construir fortines asediados, en un ambiente abierto, haciéndoles crecer codo a codo con sus coetáneos musulmanes. Permitiéndoles gozar, sin que se enteren, de los frutos de gratuidad que la caridad cristiana hace brillar en el campo de las ocupaciones más comunes. Antes de que lleguen las dificultades y el tiempo de prueba.
      Para el padre Hanna Kildani, responsable de las escuelas del Patriarcado latino de Jordania, todo esto quiere decir también luchar cada día con números cada vez más rojos. Una de las consecuencias económicas del caos medio-oriental es la fuerte reducción de los sueldos de esa clase media a la que pertenecía buena parte de las familias cristianas, que consideraban las escuelas del Patriarcado como “sus” escuelas. Son cada vez más los que piden la exención parcial o total de las cuotas ya insuficientes para cubrir los costes de la gestión ordinaria. El generoso apoyo económico garantizado por los Caballeros del Santo Sepulcro esparcidos por todo el mundo no consigue ya poner parches a los presupuestos. «El déficit anual de las escuelas patriarcales está creciendo vertiginosamente. Solo en Jordania ha alcanzado los dos millones de dólares. Pero para nuestro patriarca Michel Sabbah ocuparse de la educación de los muchachos de todas las denominaciones cristianas es una prioridad inderogable, si se quiere frenar también la emigración de los cristianos de estas tierras. Queremos evitar por todos los medios que las familias cristianas abandonen nuestras escuelas porque no tienen suficiente dinero», explica Nader Twal, responsable de la comunicación en el Departamento de Educación del Patriarcado latino. Algunos padres se aprovechan de esto. Otros hacen lo que pueden, a veces volviendo al viejo método del pago mediante onzas de aceite de oliva. Pero la emergencia la afrontan sin excesivos alarmismos el padre Hanna y sus colaboradores. Como sus antepasados, acostumbrados a la vida precaria de las tiendas beduinas, saben que las cosas luego se arreglan, si Alá quiere.

 

Matrículas en aumento, cuentas en rojo
Radiografía de un caso

 

por Gianni Valente
 

       Los números de un fenómeno. Los centros de educación cristianos en Jordania son 93: 44 guarderías y 49 escuelas. De estas últimas, 44 son escuelas católicas: 24 escuelas del Patriarcado latino de Jerusalén (que extiende su jurisdicción a Israel, Palestina y Jordania), 10 del Patriarcado melquita, una de los armenios católicos, 8 dirigidas y administradas por congregaciones religiosas latinas (franciscanos, lasallianos, Hermanas de San José y Hermanas del Rosario, la congregación femenina nacida en Palestina que administra 5 institutos de instrucción). La escuela más antigua de Jordania es la de Salt, fundada en 1869 por el cura del Patriarcado latino Jean Morétain en una casucha abandonada. La más reciente es la escuela secundaria inaugurada en 2000 en Wassieh, en el deprimido sur del país: 36 aulas, laboratorios, salas de reunión, teatro, gimnasios.
      Durante el año escolar 2005-2006, a las escuelas católicas asistieron 23.670 estudiantes, de los cuales 12.502 eran cristianos (el 52 por ciento del total) y 11.168 musulmanes. Por lo que se refiere al personal docente y administrativo, el último dato disponible, relativo al año 2002, contaba en el conjunto de las escuelas cristianas con 1.842 empleados, de los cuales 1.280 eran cristianos y 562 musulmanes, a los que hay que añadir a los sacerdotes, las monjas y los religiosos. La dirección de cada instituto goza de plena libertad en la selección y contratación de su personal, siempre que se garanticen los requisitos profesionales exigidos para los distintos puestos.
      Un dato emblemático lo ofrecen las escuelas del Patriarcado latino: de los 58 centros educativos patriarcales –escuelas y guarderías–, 40 están activos en Jordania (en Palestina hay 13 y en Israel 5).
      Si consideramos todo Oriente Medio y África del norte, también la comparación con los demás países árabes reserva sorpresas. Con respecto a los 93 centros de educación cristianos presentes en Jordania, solo Líbano (341) y Egipto (130) cuentan con un número mayor. Pero se trata de países habitados por comunidades cristianas autóctonas con millones de fieles. En Jordania los bautizados no superan los 120.000, y representan menos del 4 por ciento de la población nacional.
      La población escolar de las escuelas católicas jordanas (datos de 2006) está distribuida casi igualmente entre varones (11.944) y mujeres (11.726). Si se consideran las franjas de edad, la mayoría de los alumnos (12.537) está concentrada en los primeros 6 años de los 14 del currículum escolar nacional (correspondientes a la primaria). 5.911 estudiantes están en el ciclo intermedio (del séptimo al décimo año), mientras que 2.249 siguen los cursos de los dos bienios finales, antes del examen final (tawjihi) que funciona también como prueba de selección para acceder a las facultades universitarias que tienen numerus clausus. Una media del 90 por ciento de los estudiantes de las escuelas católicas aprueban el examen de acceso a la Universidad.
     
      Vocaciones en los pupitres. En las escuelas jordanas florecen aún una parte consistente de las vocaciones sacerdotales de las Iglesias de Tierra Santa. Actualmente en Beit Jala, en el seminario menor del Patriarcado latino de Jersualén, 38 de los 51 seminaristas proceden de Jordania.Entre ellos, 28 estudiaron en institutos católicos y 10 en estatales.En el seminario mayor, en cambio, de los actuales 23 seminaristas 16 son de nacionalidad jordana.De estos, 12 estudiaron en los institutos católicos del Reino hachemita.
     
      Relaciones con el gobierno. Un acuerdo entre el Ministerio de Educación y el Secretariado general para los centros educativos cristianos en Jordania ha establecido como días festivos para todas las escuelas cristianas las solemnidades de Navidad, Epifanía, Pascua y Ascensión. Las escuelas cristianas, como las otras escuelas privadas (incluidas las islámicas) no reciben ninguna ayuda económica directa del gobierno. La posibilidad de introducir la enseñanza de la religión cristiana en las escuelas estatales, afirmada en líneas generales por el gobierno desde 1996, todavía no ha tenido aplicación práctica en el plano técnico-administrativo.
     
      Efectos colaterales. El caos iraquí y la continua crisis isarelo-palestina colocan en la cuerda floja también la existencia de las escuelas cristianas en Jordania. El coste de la gasolina (que antes llegaba prácticamente gratis de Irak) se ha triplicado solo en el último año, y la vertiginosa subida del mercado inmobiliario (desestabilizado por las fuertes inversiones económicas introducidas en Jordania por la élite iraquí) son solo algunos de los factores que causan la progresiva e imparable erosión de la clase media de los empleados, tradicional “destinatario” de los centros educativos cristianos. Las cuotas anuales de las escuelas del Patriarcado latino, que son las más bajas, oscilan entre los 150 y los 200 dínares, que equivalen a la mitad del coste real por cada estudiante. Pero crece con ritmo exponencial la franja de familias que no consiguen pagar ni siquiera esta parcial aportación al balance escolar. El creciente déficit de las escuelas jordanas (2 millones de dólares para 2006) representa la mitad del “rojo” total acumulado por las escuelas patriarcales. Un agujero tapado cada año solo gracias a las ayudas de los Caballeros del Santo Sepulcro y por otros amigos donantes, como el Holy Land Ecumenical Foundation, el Cambridge Nazareth Trust y el cardinal Carlo Maria Martini, que en 2003 puso en marcha una red de solidaridad capaz de traer a las arcas de los institutos escolares patriarcales 64.000 dólares.
      Pese a las dificultades, en los últimos decenios el Secretariado para los centros educativos cristianos en Jordania ha conseguido garantizar la introducción del seguro sanitario para sus empleados.

 


 

Entrevista con Jaled Tuqan, ministro jordano de Educación e Investigación Científica
Los felices recuerdos de un ex alumno

 

Entrevista a Jaled Tuqan por Gianni Valente
 

 

      Jaled Tuqan, 52 años y tres hijos, es el estimado ingeniero nuclear que desde el año 2000 –insólito caso de longevidad política en la agitada vida de los ministerios del gobierno jordano– está al frente del Ministerio Nacional de Educación. En 2005 pasaron a ser de su competencia también la instrucción superior y la investigación científica. En su prestigioso currículum (es también presidente de la Comisión jordana para la energía nuclear) figuran licenciaturas y especializaciones científicas conseguidas en renombradas universidades americanas. Pero también su brillante itinerario humano y profesional tuvo como punto de partida la experiencia de las escuelas cristianas de Jordania. También él, que según indiscreciones cultiva intereses por el sufismo, estudió de muchacho en el “Tierra Santa” College de los padres franciscanos.
     
 

El ministro jordano de Educación, Jaled Tuqan, con el padre Rachid Mistrih, director del “Tierra Santa” College
      Así que usted, que hoy gobierna como ministro de Educación todas las escuelas del Reino, también es un ex alumno de las escuelas cristianas de Jordania…
      JALED TUQAN: El “Tierra Santa” College es un centro de educación de todo respeto, que ofrece una educación moderna. Era y sigue siendo una de las escuelas jordanas más serias y respetadas, de nivel internacional. Pero sus tradiciones educativas están también arraigadas en los valores que conforman nuestra sociedad, en su tradición y su cultura. Es un modelo de respeto de la disciplina y de la legislación sobre la educación. Su personal directivo y educativo es de altísimo nivel y está interesado en que sus estudiantes consigan resultados excelentes.
      Las relaciones entre los alumnos se basan en la amistad, el cariño y el respeto, y el recuerdo de aquel clima sigue estando en mi mente. Las relaciones entre los profesores y los alumnos se basaban en la confianza, el respeto recíproco y la responsabilidad común. Los profesores exhortaban siempre a los alumnos a la buena educación, a los valores morales y nobles, y a tratar de alcanzar resultados académicos excelentes.
      Aquella escuela sigue ocupando todavía hoy un lugar especial en mi memoria, y conservo recuerdos estupendos.
      ¿Qué opinión le merece el papel de las escuelas cristianas en la sociedad jordana?
      TUQAN: Las escuelas cristianas son un componente esencial de las escuelas privadas de nuestro país. Están plenamente integradas en la filosofía educativa jordana, con algunos elementos originales en cuanto a educación religiosa. El programa educativo jordano es el punto de referencia obligatorio para todas las escuelas del Reino hachemita de Jordania, que deja espacio también para que algunos centros decidan enriquecer este programa añadiendo libros de apoyo. Los textos usados están establecidos y autorizados por el Consejo de Educación y Enseñanza, y valen indiferentemente para las escuelas cristianas y para las otras escuelas jordanas. Las escuelas cristianas están entre las más respetuosas, ordenadas y disciplinadas, y su aportación a la sociedad es muy positiva. Además de tener la responsabilidad de educar y correr con el peso de la enseñanza de los alumnos, aseguran una educación social moderna basada en los valores del bien y el amor según el mensaje de Cristo –que la paz sea con Él– y de todos los profetas de la humanidad.
      Más en general, ¿qué opinión le merece la situación de las minorías cristianas en Jordania?
      TUQAN: Los cristianos de aquí son hijos de Jordania y comparten las responsabilidades de la ciudadanía común como todos los demás jordanos. A través de la riqueza de la educación recibida, han crecido asimilando la identidad y la tradición de esta patria, a la que están orgullosamente apegados. El ser una minoría no disminuye los derechos que les garantiza la Constitución tanto a ellos como a todos sus conciudadanos.
      Como ya saben ustedes, la religión cristiana comporta mirar abiertamente la trascendencia, la nobleza de espíritu, el perdón y el respeto recíproco y esto se refleja en el espíritu y en la práctica de las comunidades educativas de las escuelas cristianas, tanto entre los profesores como entre los alumnos. Se valorizan los muchos puntos de vista en común entre la religión musulmana y el cristianismo y esto asegura la convivencia en paz, amor y hermandad.
      Nuestra historia islámica está repleta de ejemplos que han atestiguado durante los siglos la predisposición al encuentro, la paz y la colaboración. Cuando hay cuestiones que aclarar, se someten a discusión en el diálogo y el intercambio de opiniones, de manera civil y lejos de posturas inflexibles, con el respeto recíproco por las convicciones del otro y con la premura compartida por el bien de la patria.
      Los cristianos de Oriente siempre han vivido con los pueblos de la región, gozando de sus derechos religiosos y civiles. Son hijos nativos de esta parte del mundo, comparten los problemas y apoyan las causas de sus respectivos países.
      Muchos padres musulmanes prefieren que sus hijos estudien en las escuelas cristianas. ¿Cómo es eso?
      TUQAN: Generalmente, cuando los padres quieren matricular a sus hijos en las escuelas y pueden elegir entre varias opciones, toman en consideración el nivel académico y los servicios educativos que puede ofrecer una escuela. Se sabe que las escuelas cristianas en Jordania tienen una buena reputación y garantizan un nivel de enseñanza alto. Esto se traduce en muchas peticiones de matrícula, sin considerar la religión, porque la razón principal que guía la decisión es el aspecto educativo.
      Para los padres musulmanes, mandar a sus hijos a las escuelas cristianas va ligado a la buena reputación y la gran confianza de que gozan estas escuelas en todas las familias. Para los padres cristianos, además de las consideraciones ya mencionadas, quizá el otro factor determinante es la educación religiosa que se imparte en las escuelas cristianas. Ellos quieren una educación tradicional, que transmita la observancia de las prácticas y las enseñanzas, porque desean que sus hijos sean creyentes.
 

 

 

Entrevista con el obispo Salim Sayegh
Elogio del trabajo bien hecho

 

Entrevista a Salim Sayegh por Gianni Valente
 

      «En esta zona el Señor comprende el árabe, o mejor aún, lo habla». Para Salim Sayegh, vicario patriarcal del Patriarcado latino para Jordania, las escuelas cristianas del país son la prueba de que las obras buenas pueden tener buena acogida en todas partes, sin necesidad de levantar muros de defensa. Para él su éxito no esconde ningún secreto especial. «Evidentemente», dice con un guiño, «son tan apreciadas por todos porque trabajan bien».
     
 

El obispo Salim Sayegh durante una ceremonia en Wadi Karrar, en lo que los arqueólogos jordanos indican como el lugar del bautismo de Jesús
      Las escuelas cristianas de Transjordania son una pieza fundamental de la historia de la nación…
      SALIM SAYEGH: El Patriarcado latino ha sido pionero en el campo de la enseñanza en Jordania. Desde los tiempos de los turcos, en todas las partes adonde llegaban los curas del Patriarcado latino, lo primero que construían era la escuela. Enseñar a la gente a leer y a escribir. Ahora la situación es distinta. El Ministerio de Educación está bien organizado, hay escuelas en toda Jordania, incluidas muchas escuelas privadas que funcionan estupendamente.
      Y en este nuevo contexto, ¿cuál es la misión específica de las escuelas cristianas?
      SAYEGH: Ante todo pueden ayudar a toda nuestra buena gente, musulmanes y cristianos, a no encerrarse en un gueto. Para cristianos y musulmanes es una riqueza poder vivir juntos los primeros años de estudio y luego también la educación secundaria. Es una mezcla saludable para la vida social.
      ¿Sólo esto?
      SAYEGH: Las escuelas son el medio más importante que tenemos en nuestras manos para educar a nuestros niños en la fe cristiana, para introducirlos en la vida parroquial y en la vida litúrgica. También hoy muchos de los seminaristas de Beit Jala [El seminario patriarcal, n. de la r.] han asistido desde pequeños y muchachos a las escuelas católicas de Jordania.
      Las escuelas cristianas siempre han gozado del favor de la monarquía hachemita. ¿Las cosas podrían empeorar si cambiara el sistema político del país?
      SAYEGH: No creo. Nosotros vivimos en Oriente, y Oriente es tradicionalista. Tener nuestras escuelas forma parte, por así decir, de los derechos adquiridos, que nadie tendría el valor de poner en solfa. Tampoco cuando los ministros estaban ligados a los Hermanos Musulmanes tuvieron la pretensión de poner en discusión el papel reconocido de las escuelas cristianas. Y además, la verdad es que Jordania es un país pobre, y cuando las escuelas cristianas cargan con la responsabilidad de instruir y educar a más de 20.000 alumnos, para quienes las escuelas estatales no desembolsan ni un céntimo, esto es un alivio también para el gobierno.
      Hace muchos años usted nos dijo que ni siquiera los Hermanos Musulmanes eran un peligro. ¿Sigue pensándolo?
      SAYEGH: Los Hermanos Musulmanes en Jordania nunca han recurrido a la violencia. Hay muchos de estos a los que se les define fundamentalistas, pero son buena gente que solo quieren vivir su fe. Conocemos a muchos, de algunos de ellos somos muy amigos, nos visitamos recíprocamente, cada cual respeta al otro y no hay ninguna dificultad. Además entre ellos hay también otros que son arribistas, que tratan de trepar, pero a nosotros esto no nos interesa. En fin, entre los más burdos e ignorantes también hay algunos que son agresivos. Esto pasa. Es normal. Son cosas de la vida. Pero la actitud malvada y de enemistad hacia los cristianos no es la regla, es la excepción. Para esto existen las prisiones: son para la gente mala que no quiere respetar la ley.
      En Europa muchos afirman que hay que responder al despertar islámico con firmeza. Y exigir reciprocidad.
      SAYEGH: Hay que ser objetivos. Aquí los árabes cristianos somos una minoría. Aquí el “jefe” es musulmán. Cuando los musulmanes van a Europa encuentran otros jefes. Pero en nuestro país el jefe ha arreglado las cosas de manera muy equilibrada. Les cito un ejemplo que sería impensable en Europa. Aquí en Jordania de ciento veinte escaños del Parlamento, por ley nueve han de asignarse a cristianos, otros son para los circasianos, los beduinos y las demás minorías, de manera que todos tengan garantizados sus derechos.
      Está dibujando un cuadro idílico.
      SAYEGH: Los problemas nacen con los matrimonios entre cristianos y musulmanes. Aquí entra en juego la religión. Si una cristiana se casa con un musulmán y no se convierte al islam, no tiene derecho a la herencia y no puede educar a sus hijos como quiere y, si muere el marido, no puede quedarse con sus hijos. Pero esta es la ley, que favorece siempre al cónyuge musulmán. Por esto no damos nunca la dispensa para los matrimonios mixtos de este tipo.
      Mientras tanto, en las fronteras Oriente Medio está ardiendo. Y muchos en Occidente le dan la culpa al islam.
      SAYEGH: Occidente nunca ha comprendido qué es el islam ni qué son los musulmanes. De lo contrario habría actuado de manera distinta en la cuestión palestina, que viene arrastrándose desde hace casi un siglo. Habría actuado de otro modo en la cuestión iraquí. Y queriendo pisotear a la gente, como ha pasado en Irak o Palestina, esto es lo que pasa.
  

Escuelas católicas en Jordania
La estrategia de la discreción

La discreción y adaptación a las cambiantes circunstancias políticas han marcado desde los tiempos apostólicos los acontecimientos de los cristianos en las tierras del Jordán. Una actitud conciliadora que ha funcionado hasta el día de hoy. Pero ahora…

por Gianni Valente
 

 

Liturgia de sufragio en la iglesia ortodoxa de Amán por las 57 víctimas de los atentados ocurridos en la capital jordana en noviembre de 2005
      En el atrio de la escuela de Anjara, en el norte de Jordania, un mural naïf representa a Jesús de la mano de María y José ante su casa de Galilea. La frase en árabe refiere las palabras del Evangelio de san Lucas, después de que la Virgen regañara a su hijo, al que acababan de encontrar con los doctores del Templo, por haberse alejado sin advertirles: «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos». Ejemplo de filial mansedumbre sugerido ni siquiera demasiado subliminalmente a los alumnos inquietos que arman jaleo en las aulas. Pero también imagen de la misma flexible docilidad ante las circunstancias de la historia y la sucesión de los poderes terrenales que se colige de la historia del cristianismo en Jordania.
      Hoy en el Reino hachemita los bautizados son algunos miles. Pero en las tierras de Transjordania, donde Jesús recibió el bautismo de manos de Juan el Bautista la fe cristiana nunca fue extranjera. A Gadara, cuyas ruinas están cerca de la actual Umm Qays, llegó el propio Jesús y curó a dos endemoniados en el episodio narrado en el Evangelio de Mateo. Mientras que san Pablo atravesó probablemente el país en su viaje a Arabia, como se narra en la Epístola a los Gálatas. En una cueva descubierta en Ader, en la propiedad de la parroquia de San José, son visibles algunas cruces pintadas que según los expertos del Studium Biblicum Franciscanum dan fe de que la pequeña caverna fue lugar de encuentro de cristianos ya en el siglo I. Pero son sobre todo las ruinas de innumerables iglesias de los siglos IV y V esparcidas por toda Jordania las que testimonian que en aquella época el cristianismo jordano florecía en los centros urbanos helenizantes.
      En aquel período obispos de ciudades como Filadelfia (la actual Amán), Esbus y Aila (la actual Aqaba), participan en el Concilio de Nicea. La fe en Jesús alcanza también lo que queda del antiguo pueblo de los nabateos, cuya antigua capital Petra tendrá su catedral en 447. Fuera de los centros urbanos se vuelven cristianas también algunas tribus árabes nómadas o seminómadas del desierto. En la primera mitad del siglo VII, cuando las incursiones de los caballeros árabes dan comienzo a la conquista islámica, algunos de estos clanes tribales establecen alianzas con los invasores consanguíneos, asegurándose de este modo la protección mediante el pago de tributos. En especial la aún influyente tribu de Al Azeizat (“los refuerzos”) combatió al lado de las milicias del Profeta ganándose el nombre y el sempiterno respeto de los nuevos dominadores. Durante los siglos posteriores, mientras las ciudades helenizantes se despueblan y entran en decaencia, una diminuta presencia cristiana sobrevive durante siglos en los territorios de Transjordania gracias a estas tribus marginales, en un área que también llegó a ser marginal tras el traslado del califato a Bagdad. El artificial y efímero asentamiento de los principales cruzados de Transjordania no modifica la situación. Solo con la llegada de los otomanos el área vuelve a conocer una apariencia de administración político-territorial que garantiza los particularismos de las minorías religiosas, aunque de manera subordinada. Los cristianos de Transjordania –censados en menos de tres mil bajo el reino de Solimán II– quedan sometidos casi todos a la jurisdicción del patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén, que, sin embargo, no les dedica ningún cuidado pastoral. En la anarquía que sigue caracterizando la vida de la región, las tribus conservan su propia y tenue conexión de pertenencia al cristianismo más que nada como señal de diferenciación respecto a los otros clanes tribales de fe islámica. «Los beduinos cristianos de Jordania, no menos belicosos que sus vecinos musulmanes, sabrán hacerse respetar. En cuanto a las tribus demasiado vulnerables, es fácil para ellos colocarse bajo la protección de tribus musulmanas más poderosas, pagando un impuesto» (J. P. Valognes, Vie et mort des chrétiens d’Orient, Fayard, París 1994, p. 618).
     
 

Para construir iglesias y escuelas la amistad con los jeques locales y los funcionarios turcos había de comprarse con algunos regalos. Toda la habilidad consistía en mantener esta generosidad dentro de límites razonables

      Santos sobornos
      A mediados del siglo XIX las Iglesias cristianas de Palestina –latinos, greco-católicos, anglicanos– con el consentimiento de la Sublime Puerta se aventuran por las tierras de Transjordania en buscan de sus fieles autóctonos. El Patriarcado de Jerusalén se revela enseguida como la realidad pastoralmente más dinámica. Gracias sobre todo a la fundación de las primeras escuelas, misioneros padosos y listos de larga y no cuidada barba –entre quienes estaban Jean Morétain, Giuseppe Gatti, Alessandro Macagno– viven una aventura apostólica única y exaltadora entre políticos corruptos, tribalismos bárbaros y fanatismos religiosos, en un ambiente cerrado y primitivo. «Diciendo el Dominus vobiscum y predicando a mis parroquianos, miraba hacia abajo y veía más cuernos y cabezas de animales que de fieles», cuenta el padre Morétain describiendo su primera misa en Salt, celebrada en una casa de cristianos que hacía también de establo. Para construir iglesias, escuelas y otras obras, a menudo hay que vérselas con la voraz corrupción de las autoridades turcas de la región. «Según usos y costumbres consolidados», escribe Pierre Médebielle en su historia de la misión de Salt, «la amistad indispensable con los jeques locales y los funcionarios turcos había de comprarse con algunos regalos. Toda la habilidad consistía en mantener esta generosidad dentro de límites razonables». Ya entonces, en las relaciones con la mayoría musulmana, la impermeabilidad religiosa es un tabú compartido por ambas partes: Médebielle habla de un cristiano que en 1882 había decapitado con sus propias manos a su hija culpable de haberse concedido a un musulmán. Pero salvo la prohibición de convertir, la convivencia transcurre habitualmente tranquila, con momentos de afabilidad recíproca: como cuando un jeque de Karak le escribe al patriarca de Jerusalén pidiéndole que le envíe un cura para que cuide a sus conciudadanos cristianos. La frágil pax religiosa se rompe aquí y allá por las faidas tribales o por el fanatismo de algunos jefes musulmanes. Pero las comunidades cristianas pagan sobre todo los contragolpes de las políticas occidentales en Oriente Medio. La Primera Guerra Mundial ofrece un pretexto para violentísimas represalias anticristianas en la región, con los turcos incitando a los musulmanes a la razzia, y gran parte de los cristianos obligados a escapar tras las tropas inglesas. El regreso, una vez terminada la guerra, ofrece un espectáculo desolador: las iglesias transformadas en establos, las casas religiosas y las escuelas destruidas. Una carta de Bishara Farwagi, en aquella época párroco de Salt, da una idea de la situación: «La vista de Salt causa piedad. Fuheis sigue ardiendo y el gobernador me dice que ha quedado reducida a un montón de escombros. […] Todo ello requiere nuevas energías».
     
 
El rey Abdulá II y la princesa Rania con los jefes de las Iglesias cristianas de Jordania, en una foto de 2001. El primero de la izquierda es Georges El Murr, arzobispo de Petra y Filadelfia de los griego-melquitas
      Entre el rey Husein y la OLP
      A la Jordania de hoy generalmente se la agrupa entre los países islámicos “moderados”. Y sin embargo el Reino hachemita, nacido bajo la tutela del precedente protectorado británico de Transjordania, nunca ocultó su fisonomía de Estado musulmán. En la nación, regida por una dinastía que legitima su poder en su descendencia en línea directa de Mahoma, nunca echaron raíces las teorías laicas y progresistas del nacionalismo panárabe que hasta los años setenta predominaban en los países vecinos, como Siria, Egipto, Irak. Y cuando los demás países árabes desencadenaban campañas policíacas contra los Hermanos musulmanes, en Jordania los militantes del movimiento de renacimiento islámico y también los rigoristas salafíes siempre gozaron de plena libertad de acción y propaganda. La compenetración entre religión islámica e instituciones del Estado se pone en práctica sin marcha atrás. El gran muftí y los imanes de las mezquitas son nombrados por el poder civil, que vigila sus actividades. Los altos dignatarios islámicos son consultados para juzgar la conformidad de las decisiones gubernamentales con los preceptos coránicos.
      Los cristianos de Jordania nunca han planteado objeciones de principio ante la legitimación islámica del sistema institucional, limitándose a aprovechar la aplicación “moderada” de las reglas coránicas por parte de los reyes. El islam es religión de Estado, pero la Constitución de 1952 sanciona la igualdad de todos los jordanos ante la ley sin discriminaciones fundadas «en la raza, la disciplina y la religión». Se garantiza «la libre expresión de todas las formas de culto y de religión, de acuerdo con las costumbres seguidas en Jordania», y también la libertad de enseñanza («las Congregaciones tendrán derecho a establecerse y mantener sus propias escuelas para la educación de sus miembros», reza el artículo 19).
      En las tempestades y las situaciones difíciles atravesadas por Jordania en los últimos decenios, las minorías cristianas han manifestado por lo general su lealtad y reconocimiento hacia la dinastía hachemita. Las repetidas oleadas de refugiados palestinos, que escapan de los territorios ocupados por Israel, han venido modificando progresiva e irreversiblemente el perfil étnico-demográfico de la nación. En los años sesenta, incluso algunos cristianos palestinos de Jordania –como el marxista Nayef Hawatmeh, nativo de Salt– figuraban entre los altos dirigentes de la OLP y de las otras organizaciones palestinas –verdadero Estado dentro del Estado- que el rey Husein hizo desmantelar y expulsar del país en el famoso “septiembre negro” de 1970. Pero aquel fue el único momento en el que entre algunos súbditos cristianos de origen palestino hubo una oscilación entre la simpatía por la dinastía musulmana “protectora” y la atracción por la militancia política revolucionaria que parecía querer la caída de la monarquía.
     
      Los violines de Anjara
      El resultado paradójico de tanta condescendencia de los cristianos jordanos frente las circunstancias históricas es una visibilidad pública y una relevancia político-social sin duda desproporcionadas si se tiene en cuenta el porcentaje mínimo de bautizados en el país.
 
Muchachas católicas iraquíes participan en la misa en la parroquia de Cristo Rey en Misdar, en el centro de Amán
      En el Parlamento 9 de los 110 escaños están reservados a los cristianos. Es cristiano el actual ministro de Trabajo, Bassem al Salem, y precedentes gobiernos tuvieron hasta tres ministros de fe cristiana. Hay cristianos en los altos rangos del ejército, en la corte real, en la administración de la justicia, en las altas esferas de las empresas y bancos nacionales. Son cristianos los periodistas Fahed Alfanek, Tarek Masarwa y Salwa Amarin, muy influyentes en el país. Y sin embargo, otra paradoja más, precisamente este gratificante status social ganado sin pisar a nadie, sin extenuantes batallas identitarias de minoría en lucha, termina alimentando en algunos cristianos de las clases altas cierto síndrome de élite asediada frente a los fenómenos alarmantes que toman forma en el tejido social del país, ese grumo de frustraciones y resentimientos, desocupación endémica e impotentes pulsiones consumistas, que en las periferias deprimidas de los aglomerados urbanos pulveriza las antiguas tradiciones tribales beduinas y se aferra a los eslóganes resentidos de la ideología islamista. Abu Musab al Zarqawi, el ambiguo bandido yihadista transformado por la estrategia norteamericana en mito mediático, indicándole como el anillo de conjunción entre Al Qaeda y el régimen iraquí de Sadam Husein, había nacido y crecido en Zarqa, en los años en los que la periferia de la “Chicago de Jordania” se llenaba con las barracas de los campos de refugiados palestinos.
      No es de extrañar, pues, que las familias cristianas ricas de Jordania se muestren inquietas por su futuro y manden a muchos de sus hijos al extranjero. De este modo, sin aparentes presiones, también la emigración de los cristianos jordanos da su aportación a la silenciosa extinción de las comunidades cristianas en los países árabes, un olvidado efecto colateral también de las desconsideradas geopolíticas occidentales en Oriente Medio.
      Pero no todos pueden irse. A los niños de la escuela de Anjara, además, ni se les pasa por la cabeza. Ahora que el padre Hugo ha conseguido dos violines y ha contratado como maestro al director musulmán de la banda militar, quisieran pasar todas las tardes jugando a ser grandes músicos.
     
     
              
      MOMENTOS DE CARIDAD
     
      Para ayudar a las escuelas del Patriarcado latino en Jordania se pueden seguir varios caminos (hermanamientos escolares, apoyo económico a distancia a estudiantes individuales). Para conseguir información se puede contactar con el padre Hanna Kildani (email: kildani@wanadoo.jo) o Nader Twal (email: ntwal@hcef.org).
      También se puede enviar dinero a la siguiente cuenta bancaria del Jordan National Bank:
     
      Titular:
      General Administration-Latin Patriarchate Schools
      Jordan National Bank
      Núm. de c/c: 5002301035500443-04
      Swift Code: JONBJOAX
      Branch: Private Banking Branch
     
      Las Hermanas de la Familia religiosa del Verbo Encarnado alojan en su casa de Anjara a diez niñas huérfanas o procedentes de situaciones familiares problemáticas. Para informarse sobre esta iniciativa, puede contactarse con el párroco Hugo Alaniz (hugoalaniz@ive.org).
      También se puede enviar dinero a la siguiente cuenta bancaria del Bank of Jordan:
     
      Titular:
      Patricia Carbajal
      Bank of Jordan
      Núm. de c/c: 0013030870640001
      Swift Code: BJORJOAX
      Branch: Ajlun Branch
  

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